El Preventorio de Aguas de Busot
Historia del Preventorio
El documento más antiguo conocido es un privilegio firmado el 30 de noviembre de 1596, dando la propiedad de las aguas a la ciudad de Alicante, que la ostentaría hasta 1816. El edificio principal, que actualmente se conserva, fue construido en 1838 por el ingeniero y arquitecto Pedro García Faria, mientras el Conde de Casas Rojas embellecía los terrenos adyacentes con pequeñas casas para aquellos que no quisieran estar cerca del bullicio.
En 1844, el Conde de Casas Rojas Don José levantó dos edificios, uno para los clientes menos acomodados y otro (el Hotel Miramar) para los clientes más pudientes.
El Hotel Miramar cerró hacia 1920 y en 1936, el fue adquirido por el Estado y se convirtió en un Preventorio Nacional Infantil destinado al tratamiento de niños con tuberculosis. Cerró sus puertas en la primavera de 1967, cuando se erradicó la enfermedad de la tuberculosis, se abandonó el edificio. El edificio fue adquirido en 2006 por Valentín Botella con el fin de ser restaurado y construir un nuevo Balneario. En 2010 estaba previsto que el proyecto estuviera terminado y abierto al público.
El Balneario incluirá un Hotel de 5*, piscinas, termas, masajes, sauna, salas de relax, gimnasio, zona deportiva, sala de convenciones y restaurante. El complejo contará con 120 habitaciones y otros tantos alojamientos de uno, dos y tres dormitorios. Los jardines que rodearán el complejo contarán con plantas medicinales, árboles frutales y senderos peatonales.
Leyendas
Presuntos fantasmas que aparecen reflejados en espejos, damas blancas, rostros que miran desde la nada, sombras en los pasillos y voces insólitas, entre otros fenómenos inexplicables, han sido asociados a este inmueble.
Cuenta la leyenda que una Dama blanca se aparecía a algunas personas reflejada en el espejo al que se llegaba al subir las escaleras que conducían a la primera planta. algunos decían que la Dama blanca reía y lloraba al mismo tiempo y otros que si la dama reía significaba que todo iba bien mientras que si su mueca era de sollozo significaba que algo malo iba a suceder.
Algunos identifican a esta dama blanca con la primera esposa que había tenido el conde de Casas rojas, antiguo propietario del balneario.
Muertes
Oficialmente, no consta que muriera ningún niño en el preventorio.
Sin embargo, si que hay constancia de tres muertes, todas ellas adultos y empleados del preventorio: una enfermera que murió incinerada en un incendio que se produjo en una habitación del personal por culpa de un brasero colocado en una mesa camilla; una muerte por enfermedad y otra por insolación.
Testimonios
Arriba explico a malas penas como era la vida allí, pero mi fuente no recordaba muchas cosas, he tenido la gran suerte de que un antiguo interno del hospital se pusiera en contacto conmigo y que me contara cosas muy interesantes.
Después de este relato entendí que aquel era un lugar mucho más escalofriante de lo que parece hoy en día, y no me refiero en absoluto a los supuestos sucesos paranormales que allí se dan:
"Pasillos largos, sombríos e inciertos (no se sabía donde acababan, ya que muchos accesos estaban prohibidos a los niños). La percepción era la de un laberinto tétrico en el que uno no se debía aventurar. Siempre se caminaba en fila. Sólo era de chicos.
Las ventanas de los dormitorios permanecían abiertas, incluso por la noche. El frío obligaba a usar antiguas camisetas de felpa. Era frecuente tener sabañones debido a las bajas temperaturas. Para ir al lavabo, había que solicitar previamente papel higiénico a otro niño que tenía la responsabilidad de administrarlo con mesura y luego dar cuenta de ello.
Casi nadie iba a los lavabos en horas nocturnas debido al miedo de andar solos por corredores y pasillos. Los comedores estaban en la planta baja y la luz natural era escasa por lo que se complementaba con luz eléctrica.
A los niños que se orinaban en la cama por miedo a salir de sus cuartos de noche, se les exponía en el aula, después del desayuno al día siguiente, envueltos en sus correspondientes sábanas mojadas. Después, a la hora de comer, se les ponía juntos y apartados en una misma mesa (el olor a orín era tremendo).
El dinero de los niños se administraba por un empleado y existían normas muy estrictas para ello (ningún niño podía pedir dinero propio más allá de lo establecido). Normalmente era para comprar materiales de trabajos manuales y correspondencia (sobres, sellos, hilos, cartones, celofán, pegamento, etc).
Las visitas de familiares eran muy escasas.
Las monjas eran muy estrictas, sobre todo una, Sor Tránsito, ella era la que más humillaba a los niños, sin importarle la edad de los mismos.
No creo que muriesen muchos niños, ya que aquel sitio era un preventorio y no un centro para enfermos graves o terminales.
Había una vigilancia sostenida sobre la evolución del estado de salud de los niños. El programa médico se cumplía a rajatabla. No se hacía ejercicio físico.
Según el nivel de salud de los pequeños pacientes, se les conocía como "pocho", "pocho-relativo", "relativo", "relativo-alta" y "alta". Al llegar a este nivel, los niños volvían a sus casas."
He de apuntar que este relato cuenta la realidad del lugar en el año 54, otro testimonio de principios de los 60 varía algo, pero no demasiado:
Las monjas eran igual de estrictas, de hecho me contaban que pegaban puñetazos en la espalda a los niños enfermos.
Si te portabas mal te encerraban en una habitación con paredes blancas y te obligaban a mirar una fotografía de la virgen fijamente para que luego se apareciera “milagrosamente” en las paredes.
En este año había niños y niñas pero no convivían, sólo se encontraban para comer. La comida era excelente.
Dormían 6 niños por habitación y se entretenían mirando el mar y viendo pasar los barcos.
Las visitas eran bastante frecuentes, eso sí, para los niños menos enfermos.
Las diferencias en casi una década son algo esperanzadoras, también hay que tener en cuenta que son dos relatos diferentes, de dos personas con diferentes vidas, edades y percepciones de la realidad. Si en algo coinciden los dos es en la sensación de soledad que allí se sentía, las monjas no sentían ningún apego por los niños, más bien todo lo contrario.
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