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lunes, 1 de septiembre de 2014

BUSCATESOROS DE LA GUERRA CIVIL

Por Fernando Bernal 
Aunque ahora estemos a vueltas con el tema de la Transición, si hablamos de Guerra Civil en el 99% de los casos saltan chispas. Pero hay gente empeñada en que la memoria del conflicto siga viva en el buen sentido (dejando a un lado las heridas) y en conseguir que el patrimonio que se generó del 36 al 39 se conserve en buen estado.
Ricardo Castellano, abogado e historiador militar, es uno de los pioneros en rastrear y catalogar los restos de la guerra. No hay muchos como él: “Somos cuatro y el del tambor”. Su campo de trabajo al frente del Colectivo Guadarrama es Madrid y alrededores, terreno que lleva pisando desde hace 15 años. Se siente un poco como Sherlock Holmes. Primero trabaja sobre planos y mapas que se encuentran en los archivos. Documentos que le sirven para plantarse en el terreno y dar con un búnker (construcciones subterráneas) o con una fortificación de las que se usaron en las batallas.
A veces han estado ocultas en propiedades privadas, y no interesaba que se descubrieran “porque se prefiere no tocar las narices”. Otras, estaban ahí y nadie había encontrado la forma de acceder a ellas. En uno de sus últimos trabajos, ha catalogado entre 1.500 y 2.000 restos precisos sobre tierra. Sobre los búnkeres asegura que “bajo tierra hay muchísimo que descubrir y explorar, restos muy importantes”. Algunos, verdaderas obras de ingeniería preparadas para resistir bombas de aviación de cien kilos.
Este veterano buscador de tesoros bélicos, autor de varias publicaciones, nos habla de los 'detectoristas' que salen por su cuenta y riesgo al campo, con su aparato para rastrear metales, y que creen que granadas o proyectiles son un tesoro tan valioso como para llevárselo a casa y jugarse la vida. Una actividad que, pese a todo, sigue teniendo sus incondicionales.
VICE: ¿Cómo empiezas a rastrear fortificaciones y búnkeres?
Ricardo Castellano: Desde los 16 años he tenido interés por el tema de la Guerra Civil. Tuve un accidente en el 95 que me supuso un parón de trabajo y recupere lecturas que tenía pendientes. Me fue picando el gusanillo y, aprovechando que tenía tiempo hasta que me dieran el alta, empecé a recorrer campos de batalla. Sentía curiosidad. Me dí cuenta de que no había información. Me parecía una cosa increíble que nadie hubiera tenido interés, salvo una publicación de la Comunidad de Madrid de 1987. A partir del 1996 empecé a salir al campo. En 1998 un amigo me explicó lo que era un GPS, y me importé uno de EEUU que me costó 50.000 pesetas. Me dediqué a tomar la coordenadas de los vestigios y a investigar en archivos. Desarrollé una técnica propia de localización...
¿En qué consiste?
No me interesaban las batallas, si no la 'fotofinish'. Cuándo se habían hecho las fortificaciones, quién las había construido y por qué. Para poder trabajar mejor en las salidas al campo, fotocopiaba los microfilms interesantes, hacía un proceso de corta-pega de las fotocopias, montaba los planos en mi casa, los escaneaba y a través de un sistema de capas, calaba los mapas de la guerra sobre los mapas actuales. Quedaban reflejados los frentes y dónde estaban las posiciones de unos y otros. Así salía al campo a tiro hecho. Luego ha habido otras técnicas, como usar Google Maps, que te dan una visión aérea del terreno, pero no te dicen dónde hay que ir. No valen en un bosque, por ejemplo. Está bien para los caza-búnkeres, pero no para los que quieran tener una visión histórica del asunto.
¿A qué te refieres con 'caza-búnkeres'?
Yo empecé en el 98 a inventariar en serio lo que iba encontrado; y en 2005 montamos la asociación. En todo ese tiempo, se desarrolló Internet, que puso en contacto a personas con intereses comunes que salieron a buscar restos. Era algo para connoisseurs que fue llegando a otras capas de la sociedad y ahora llevamos 6 o 8 años que ha calado. Hay gente que organiza rutas y auténticos listillos. Hay una persona que cogió algunos libros, entre ellos los míos, y se los pulió para hacer unas rutitas de la Sierra de Guadarrama. Nos chuleó completamente.
¿Quedan fortificaciones por descubrir?
Por supuesto, aunque no serán los más espectaculares. Porque en 15 años que llevamos entre decenas de personas recorriendo los campos de batalla ya se hubieran descubierto. Pero donde está el verdadero tesoro oculto es en las construcciones subterráneas, porque no son evidentes, ni aparecen en los mapas. Hablamos de refugios anti-bombardeos, de lo que hay poca documentación.
O sea que en Madrid capital es posible que tengamos búnkeres bajo nuestros pies...
No es posible, es que los hay y muchos. Hace un par de meses contacté con una persona que había publicado en un blog el acceso que había tenido a una construcción subterránea, que yo conocía y a la que no había podido entrar. Está en la calle Artistas y se programó para 5.000 personas. Se empezó y hubo que reducir el proyecto a 2.000 y acabaron siendo cuatro refugios para 500 personas. Esa información la tenía y me encuentro que alguien publica fotos. Era un funcionario del Ayuntamiento que trabajaba en la red de alcantarillado y por eso tuvo acceso.
Y ¿algún sito más como éste que te intrigue?
Sí, he intentado dar pasos para acceder al llamado Refugio Osram, que estaba anexo a la fábrica de bombillas, por la zona de Atocha. Son dependencias de la Comunidad las que ocupan la fábrica, que antes estaba rodeada por campo. Allí se construyó uno de los refugios más grandes, con hormigón armado, estancias amplias... y no sé si eso sigue existiendo...
¿Cuánto se tardaba en construir uno de estos refugios?
Los cálculos se hacían en días-hombres. Pero había que tener en cuenta que se estaba en guerra. Cortes de suministro eléctrico, escasez de mano de obra... En algunas de las construcciones se utilizó el escafilado de ladrillos...
¿Qué es eso?
De edificios derruidos se cogían los ladrillos y se retallaban para darles una nueva forma y utilizarlos para los construcción. Con todos los medios, a lo mejor un refugio de cien personas se tardaba en hacer un mes o mes y pico. Los más complejos, los que necesitaban maquinaria, unos cuatro meses.
Volviendo al campo: hay gente que todavía sale por su cuenta a buscar 'recuerdos' de las batallas.
Eso es muy delicado. Existe una ley del 85, en la que se regula el uso de detectores de metales, pero cada Comunidad hace su propia interpretación. La tendencia es a prohibir, como sucede en general en España. Si me preguntas por restos materiales de la Guerra Civil, (proyectiles, vainas, aperos...) por supuesto que hay. En los 2000 los grupos de la Guardia Civil desactivaban 1.400 proyectiles al año. Una media de casi cinco al día. Era el principal trabajo de los Tedax, más que el terrorismo de ETA. Hubo heridos y muertos por esto. Hay mucho imprudente que va con el detector de metales y descubre algo y, en vez de llamar a la Guardia Civil, se lo lleva a casa. Intentan serrar el multiplicador y en algunos casos eso revienta y te hunde una casa o te mata.
¿Y qué solución hay para esto?
Siempre he dicho a todo el mundo que sale por ahí que si va con un detector que más le vale llevar permiso. Antes se amparaban en que se podía extraer del suelo todo aquello que tuviera menos de cien años. Y luego hay ciertas interpretaciones. Si lo que encuentras está cerca de un yacimiento arqueológico, si está en un Parque Natural... Si preguntas a la Comunidad te dirá que no se puede sacar nada, pero yo conozco gente que sale con detectores. Lo que sucede es que el 'detectorista' de la Guerra Civil no es un saqueador de yacimientos de tesoros de la historia, eso no le interesa. Le interesan las granadas, la munición... el riesgo es para él, no para el patrimonio.
¿Qué valor tienen esas piezas?
Hay un valor de mercado, pero no elevado. No sé, una granada de mano, pulidita, puede alcanzar los 60 euros. Se cotizan mucho los cascos bien conservados... pero no son cosas caras. Hay poca gente que viva de esto en España. No deja mucho margen.

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