http://petreraldia.com/reportajes/cuando-las-armas-sustituyeron-a-los-zapatos.html
Nota: Artículo publicado originalmente en la revista Petrer Mensual nº 33, septiembre de 2003.
Lo que hoy conocemos popularmente como «Ciudad Sin Ley», lugar situado entre la manzana comprendida entre las calles Joaquín Poveda, País Valencia, Leopoldo Pardines y Ventura Navarro, fue durante poco menos de dos años una fábrica de armamento. Se elaboraban fusiles «Mauser» y ametralladoras. También se reparaban mosquetones checos. En algunas ocasiones se ha escrito sobre estas instalaciones pero nunca con la minuciosidad y el detalle con que lo ha hecho José María Navarro Montesinos. No en vano trabajó como aprendiz en la factoría y vivió de cerca su montaje y su desmantelamiento. Este es su relato.
En Petrer (1938-1939), se fabricaron fusiles y ametralladoras durante la Guerra Civil Española (1936-1939), destinadas a los servicios bélicos militares leales a la República. Con el inicio de este trabajo, que escribo para la constancia histórica local de aquellos momentos lejanos, intento explicar como se dio esta ocasión singular en nuestro pueblo, desde la concurrencia y visión personal mía. Necesario un ejercicio de observación preliminar del ser o el estar respecto del estado, el lugar, el tiempo y las formas, de los hechos vividos por mí, en cuanto a la actualidad y las coyunturas cruciales que fueron. (En Petrer albergaban entre cinco o seis mil habitantes).
Los avatares de la contienda bélica civil se encontraban en su apogeo, en distintos lugares de la extensa «piel de toro» que conforman las tierras españolas. Pocos los sucesos positivos. Desfavorables a los movimientos populares los más, adversos a la zona «roja» que era la nuestra. Se reconocía como los avances victoriosos implacables de los ejércitos de Franco, consolidaban posiciones paulatinamente en lo que fueron feudos republicanos. Así era la cruda realidad no deseada por quienes —proclives y fieles al régimen establecido legalmente— nos encontrábamos en la retaguardia «roja», alejada aún de los frentes de combate.
En Castellón de la Plana, de nuestra Región Valenciana —así era la denominación entonces— se encontraban unas fábricas de Armas, cuya instalación había procedido de la evacuación de la parte principal de las instalaciones, que hubo de hacerse en su día desde Oviedo, cuando la capital asturiana, —que históricamente viene cobijando «La Fábrica Nacional de Armas»— se encontraba amenazada entre los peligros de ser ocupada, dados los progresos triunfales de las tropas sediciosas por aquella Región valiosa, militarmente apetecible por Franco, teniendo en cuenta —podría influir, es un supuesto—, que su esposa poseía la condición de ser asturiana.
El riesgo, las contingencias bélicas con todas sus consecuencias, se iban acercando a la provincia de Castellón que abatida desde los frentes de Cataluña y Teruel, pronto podría sufrir las consecuencias de la guerra en sus feudos, que poco a poco, iban siendo ocupados por las fuerzas Franquistas inexorables.
Las fábricas de armamento instaladas en Castellón, se hubieron de evacuar en previsión a este posible desenlace —como llegó a ocurrir— iniciando su traslado a las poblaciones de Elda y Petrer, alejadas de los frentes de combate, donde existían naves libres de las fábricas de calzado, inactivas por la guerra, posibles de ser utilizadas, que se acondicionaron y aprovecharon en tiempo breve como así aconteció.
Pronto fue aspecto y atributo activo del momento, el movimiento de camiones, trasladando maquinaria y enseres desde Castellón y también de personas trabajadoras procedentes de la realidad productiva que se trasladaba —algunas con sus familias—, que se instalaron en el pueblo durante un periodo alargado de tiempo.
Brigadas de albañiles —algunos de Petrer se emplearon en este menester— habilitando naves disponibles y ejecutando nuevas construcciones, crearon un ambiente de actividad inusitada, totalmente desconocido, respecto de lo que fueron los medios fabriles históricos del pueblo, calzados y alfarerías tradicionales, que se encontraban prácticamente inactivos, por la falta de la mano de obra consiguiente —las personas se encontraban en los frentes de combate— como la carencia del trasiego comercial necesario, inexistente por el desorden que la Guerra Civil había suscitado.
En las naves que asentaron la Fábrica de Calzados de Alfonso y Francisco Chico de Guzmán, que fueron la base de estos movimientos, a las que me estoy refiriendo en este trabajo, pronto se encontró funcionando, a plena actividad de personas y máquinas, lo que fue en denominarse, fábrica n° 11 de la Subsecretaría de Armamento, del Ministerio de la Guerra, dedicada inicialmente al montaje de fusiles —mosquetones Mauser concretamente— creando posteriormente una sección de ametralladoras, circunstancias todas que me motivan, al haber pertenecido como trabajador de esta empresa, de condición tan singular en nuestro pueblo, desde inicios a final de su actividad, algo más de año y medio aproximadamente.
Se convocaron unas plazas de aprendizaje a las que concurrimos algunos muchachos del pueblo. También de las familias que —teniendo movilizados alguno de sus componentes, como trabajadores cualificados— vinieron evacuadas con las fábricas desde Castellón o alguno de sus pueblos importantes. Nos examinaron y unos doce chavales entre los del pueblo y foráneos, fuimos aprobados y admitidos inicialmente.
Prisas en los trabajos de instalación y pronto se acondicionaron las secciones productivas primordiales: Montaje y delineantes arriba; tornos y metalurgia abajo. Un patio con algún cubierto, guarecería provisionalmente la sección de empavonado y un corredor estrecho de los terrenos —protegido debidamente— se habilitó como probadero.
En dirección hacia Elda, a la izquierda, vecino de lo que fue vivienda del «tío Mulato», donde Amorós en la actualidad, tiene situada su exposición de trofeos deportivos y otras alegorías similares, se encontraba una nave que fue fábrica de tacones de Luis Verdú, que se destinó como almacén receptivo de partidas de fusiles deteriorados. Por ahí íbamos a empezar —arreglando el armamento dañado— mientras se formalizaba la fabricación normal con todas las consecuencias.
Prolegómenos
En el caso concreto mío, fui destinado a la sección del montaje de fusiles, como aprendiz entre otros tres aspirantes. El principal de las instalaciones, lo componían dos grandes bancadas paralelas de madera robusta, formando un amplío pasillo entre éllas, y en las cuales en cada lado de las mismas, se hallaban instalados cuatro «tomillos de banco» (8 en total), para el trabajo útil y uso propio de montar las armas.
La bancada de la derecha, mirándola desde la entrada a la nave —a la que se accedía subiendo una amplia escalera—, se dispuso para trabajar la parte mecánica del fusil en sus facetas diversas y en la otra paralela, se le aplicaba, ajustándola bien, la culata de madera dura —haya o similar—, que llevan estas armas de fuego acomodaticias, destinadas a la infantería del ejército de cualquier país.
Mecánica y Carpintería con sus capataces correspondientes se complementaban con acciones apropiadas y el fusil con las pruebas previas pertinentes, quedaba terminado. Como mando superior, el Jefe de Sección. Yo pertenecía a la Mecánica a la que me voy a referir en primer lugar por su significación más amplia.
Organización del trabajo
La actividad laboral —previo el control de entrada- se iniciaba a las 8 de mañana en el «tajo» correspondiente. Durante un periodo de tiempo determinado, hubo una situación peculiar diferenciada. Nos dirigíamos al lugar donde estaba construyéndose «el refugio protector de posibles bombardeos». Se formaba una larga «cola» organizada y de abajo arriba nos íbamos pasando, con capazos manuales, los escombros que los albañiles picando y ahondando en la tierra, habían generado el día anterior.
Esta inquietud también se trasladó al conjunto de la población, en la que se iniciaron igualmente la construcción de otros refugios para la protección múltiple, siendo principales los de las plazas de «Baix y Dalt» respectivamente y también en algunas casas partículares, acondicionaban lugares seguros —sótanos-bodega cuando lo disponían—almacenando en estas estancias, los productos más necesarios para estar abastecidos, en el supuesto de algún bombardeo. Petrer ya era un «objetivo militar» y había de estar preparado para cualquier emergencia.
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