Sin temblores ni claustrofobia
Los primeros visitantes al refugio antiaéreo del año 38 rememoran los bombardeos de su niñez
«Lo peor de todo era el temblor de la tierra y la claustrofobia». Así recordaban ayer cómo vivieron en su día los bombardeos que les obligaban a refugiarse bajo tierra entre los primeros visitantes que ayer accedieron, desde las 10.00 horas de la mañana y con guía turístico incluido, al refugio antiaéreo de la plaza Doctor Balmis, recién remodelado.
Entre las múltiples anécdotas que narraban, conforme accedían al refugio en grupos limitados de ocho a diez personas, los que eran más pequeños durante los años de la guerra coincidían en recordar los lápices que les entregaban antes de introducirse bajo tierra con la recomendación expresa de que se los pusieran entre los dientes para morderlos fuertemente y evitar de esta manera que les reventara el tímpano de los oídos.
Una honda emoción embargaba en su visita al refugio a quienes podían visitarlo ahora sin los temblores de tierra que sufrieron en su momento, ni la claustrofobia que les producía no saber durante cuánto tiempo iban a tener que permanecer sin moverse y arremolinados masivamente sin ver el cielo.
La concejalía de Imagen Urbana destacó que la oficina de Turismo había atendido innumerables solicitudes para visitar estas instalaciones y en apenas dos días se agotaron las entradas para este fin de semana. El lunes que viene comenzará el reparto de nuevas entradas para las visitas guiadas por turno el próximo fin de semana, los días 27 y 28 de febrero.
Desde el estudio Rocamora Arquitectura, que ha colaborado con la concejalía en el diseño del proyecto museográfico vinculado a la visita al refugio, su gerente, Ángel Luis Rocamora, destaca el diseño con el que junto a la arqueóloga y antropóloga, Verónica Quiles, han tratado de recuperar las sensaciones que se vivían durante los bombardeos para trasladarlos al visitante actual de cualquier edad.
Luces y sonidos
La iluminación y la ventilación del espacio contribuyen a recrear el sufrimiento y terror que padecieron quienes se vieron obligados a usar los refugios. Junto a la acústica y la distribución de zapatos hacinados –cuatro pares en cada metro cuadrado– en una sala vacía, la recreación del ambiente resulta muy fiel porque se palpan sensaciones que no resultan agradables, aunque ahora con la perspectiva histórica tras el paso del tiempo.
A esta actuación se suma el soporte gráfico de imágenes aéreas de bombas cayendo en El Postiguet, así como de otros refugios que muestran cómo se encontraban los ciudadanos en aquellos momentos ahora históricos.
Las obras para adecuar este Refugio 46, en la plaza del Doctor Balmis, abarcaron de febrero a marzo de 2014, y desde entonces se ha trabajado recopilando documentación para musealizar el espacio con la Diputación.
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